lunes, 4 de agosto de 2008

Frente a la Frontera..


Arauquita, frente a La Victoria, en el estado de Apure, es una de las franjas de salida.
Jairo Monsalve* salió hace mes y medio de una finca de la región del Catatumbo sólo con la ropa que tenía puesta. Tuvo que huir en medio de los sobresaltos y temores que produce el hecho de evadir los cercos que tienden los grupos armados ilegales a quienes declaran objetivo militar.

Atravesó zonas montañosas y corrió por terrenos que regularmente son minados hasta llegar a la orilla de la carretera que de Tibú conduce a Cúcuta, en la frontera con Venezuela. Una proeza gracias a un camionero que lo ocultó en la carga que llevaba hasta la capital nortesantandereana.

Recorrió el mismo camino de miles de campesinos y raspachines de coca que han salido de la zona durante los últimos nueve años, huyéndole a la guerra y temiendo formar parte de las estadísticas que registran 5.200 asesinatos entre mayo de 1999 y diciembre de 2004, período en que el bloque Norte de las Auc se convirtió en amo y señor de la conflictiva zona.

Monsalve terminó pidiendo refugio en la sede de la organización humanitaria Cáritas de San Cristóbal, Venezuela, país al que han llegado 250.000 connacionales buscando protección.

Desde La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Arauca y Vichada compatriotas cruzan al otro lado en busca de oportunidades, pero se encuentran con realidades que son difíciles de echar atrás.

Una situación que fue expuesta la primera semana de junio pasado en San Cristóbal por expertos en el tema como Jacobo Rothing, representante del Consejo Noruego para Refugiados. Según Rothing, la mayoría de personas que huyen hacia Venezuela y otros países fronterizos terminan siendo invisibles, temiendo ser reprimidos y siendo víctimas de empleadores que aprovechan de su condición de indocumentados. Aún así, las colas de colombianos en los organismos humanitarios siguen aumentando. Todos prefieren ser explotados a quedar atrapados en la guerra.

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