La ruta segura es Venezuela
La educación informal es herramienta básica de subsistencia en los refugiados en Apure- Venezuela
Desde 1999 hasta 2004, el sistema escolar Venezolano ha retomado la tendencia al crecimiento de la matrícula que durante más de 30 años, lo había caracterizado como uno de los sistemas escolares más inclusivos de América Latina. Sin embargo hay nudos críticos de funcionamiento que siguen siendo un factor importante para las personas que cruzan las fronteras en busca de una mejor calida de vida en el estado Apure- Venezuela.
Según la Constitución nacional de la Republica Bolivariana de Venezuela, en el Artículo 78. “Los niños, niñas y adolescentes son sujetos plenos de derecho y estarán protegidos por la legislación, órganos y tribunales especializados, los cuales respetarán, garantizarán y desarrollarán los contenidos de esta Constitución, la convención sobre los derechos del niño y demás tratados internacionales que en esta materia haya suscrito y ratificado la República. El Estado, las familias y la sociedad asegurarán, con prioridad absoluta, protección integral, para lo cual se tomará en cuenta su interés superior en las decisiones y acciones que les conciernan. El Estado promoverá su incorporación progresiva a la ciudadanía activa, y un ente rector nacional dirigirá las políticas para la protección integral de los niños, niñas y adolescentes”.
Es por ello, que muchos de las personas que cruzan la frontera de Colombia, hacia otro país como Venezuela, se les ven, los sueños truncados junto a sus metas, llegar a ser un profesional de carrera universitaria es lo mas difícil en un país extraño, donde se ve perdida, en la imaginación de miles de colombianos que dejan su tierra por la guerra interna que se vive en diferentes zonas de Colombia.
El sistema educativo Venezolano, no excluye a los desplazados refugiados y solicitantes de refugio el derecho que tienen a la educación, les permite estudiar a todo aquel que llene los requisitos exigidos por la ley, así no tengan los documentos al día.
Solo que ellos tienden a presentar problemas, cuando llegan a los niveles de la última etapa de la educación diversificada o bachillerato, que el estado les exige arreglar su condición dentro del país, es por ello que los estudios se ven limitados en algunos casos, es así que se olvidan del sueño, que algún día tuvieron, de ser alguien en la vida por medio de los estudios, y lo mas importante para ellos es aprender a defenderse para poder sustentarse, y es donde inicia el papel de las organizaciones, que trabajan en función de los derechos humanos, y en materia de refugió en el estado Apure, que han creado estrategias de enseñanzas para que estas personas creen su propio medio de subsistencia.
Alto Apure, tierra que se mueve con una economía que es manejada por el petróleo y la abundancia de productores de ganado vacuno y agricultura, así como también, existen las diversas fuentes de trabajos, en las instituciones del estado Venezolanas apostadas en esta región de Venezuela, es por eso que se limita a la persona que cruza la frontera hincarse en un trabajo formal.
Cuando Ana Celia Gómez, llego con su familia desde Barrancabermeja, dejo todo a la deriva, olvidándose de amigos, familia, y la escuela, ella da a conocer su historia, una historia que relata parte de lo vivido en el municipio colombiano de Barrancabermeja, es uno de los municipios que limita al norte con el municipio de Puerto Wilches, al sur con los municipios de Puerto Parra, Simacota y San Vicente de Chucurí, al oriente con los municipios de San Vicente de Chucurí y Gijón y al occidente con el río magdalena, desde allí llegaron al Arauca departamento de Arauca, población fronteriza con el Amparo del estado Apure- Venezuela.
La familia de Ana, cruzan la frontera hacia Venezuela, por el rió Arauca hasta llegar al Amparo, de allí cuenta Ana Celia Gómez que se inicia una travesía para llegar a la casa de una amiga de su padrastro que se ubicaba en otra región del Apure.
Fue en un camión o volqueta, donde se montaron los integrantes de la familia Gómez en el año 2001 para ser trasladado al sito donde vivirían en los próximos días cuando deciden salir de Arauca, luego de estar dos meses erradicados allí en una casa de una vieja amiga de su padrastro, el destino era un lugar conocido como el Remolino y desconocido para ellos.
Una mañana el amigo de su madre llega al pueblo del Amparo, en el sitio indicado para pasarlos por las diferentes alcabalas o retenes realizados por los cuerpos de seguridad de Venezuela, contentos y con colchonetas en mano emprendieron la huida desde aquel lugar acordado, rezaban para que la Guardia Nacional de Venezuela no los encontrara en la parte trasera del vehiculo, todos en silencio mirándose las caras se tomaron de las manos para darse fortaleza de aquel nuevo reto que se decidían emprender saliera bien hacia la tierra desconocida.
El Remolino era el objetivo de la llegada, para olvidar las matanzas realizadas por los grupos irregulares de la zona del municipio Barrancabermeja en Colombia, e iniciar una nueva vida del otro lado de la frontera de su país de origen.
Ana Celia Gómez, cuando emprendió la huida de su tierra con sus familiares contaba con solo 13 años de edad, y recuerda todo como si fuera hace 3 días, nunca pensó vivir la experiencia de dejar todo para iniciar desde cero una nueva vida, cuenta Ana que es duro iniciarse en este país, por la discriminación que hay por algunas personas y por la falta de documentos que limitan todo para poder salir a las calles de Guasdualito capital del municipio Páez del estado Apure.
Tú eres refugiada ya Ana Celia- “Si yo soy refujida ya, por que nos dieron un permiso que da el Gobierno de Venezuela, aunque duramos para que nos dieran eso”.
Y donde llegaron ustedes- “después que nos pasaron por las alcabalas, nos trajeron al Remolino a una amiga de mi padrastro, nosotros no salíamos, de la casa de ella, la gente nos miraba feo y decíamos que ellos nos tenían rabia, pero no era así, mi mama comenzó a trabajar en una casa de familia, haciendo labores de la casa y mi padrastro en una finca sin saber nada del campo, yo me quedaba cuidando mis hermanitos todos los días”.
Cuando deciden salir de el remolino para donde se van- “mira, mi mama cuando trabajo en pueblo viejo la ayudaron para vivir allí, y nos fuimos todos para esa nueva casa, pero allá yo si trabaje, vendía de todo, leche, tortas, tomates y muchas cosas en las calles de Guasdualito, todo eso para ayudar a mi familia, hay duramos como 4 años la casa no era e nosotros y nos toco salir, después nos fuimos para donde estamos horita y mi mama escucho la ayuda que daba el Servicio Jesuitas para Refugiados y fue para allá y nos ayudaron”.
Como se sienten ustedes con la ayuda de SJR-“Muy bueno, ya que por medio de ellos yo tengo agua, papeles legales en Venezuela, y como soy Colombiana ellos me ayudan, miara lo que me esta pasando ahora con mi marido el me quiere pegar y me dice que yo soy colombiana y que no soy nadie en este país, y ellos me ayudaron a valorarme como mujer, y así como el vale en su país yo también valgo es mentira lo que el me dice, la abogada del SJR me dijo eso”
Ana Celia Gómez, siguió sus estudios en Venezuela, hasta el cesto grado paro le dio pena seguir estudiando porque era muy mayor delante de los niño que estaban en la escuela, decidió no estudiar mas.
La comunidad donde ella vive actualmente hay mas de 200 personas desplazadas, solicitantes de refugio y refugiados, y solicitaron al SJR, que los ayudara a estudiar algo para poder defenderse en la vida en Venezuela, es por ello que desde hace mucho tiempo la atención hacia esta comunidad se ha hecho presente con estas personas que dejaron su país.
Durante este año se inicio un curso de pediquiur para las mujeres, del barrio con la participación de unas 30 mujeres que aprenden este oficio para defenderse de la situación económica que presentan en sus hogares.
Ya aprendiste a arreglar uñas-“bueno todavía estoy aprendiendo, con una sonrisa en su cara, pero si quiero aprender para montarme un salón de maniquiur, para así yo poder salir adelante con mi hijo, por que tengo un hijo de un año, y el necesita educación, para que no pase lo que yo pase que deje de estudiar, además yo quiero vivir mejor y hay que buscar la plata para uno poder vivir mejor aunque seguimos siendo pobre pero con ganas de seguir adelante”.
Volverás a Colombia algún día-“pues mira es difícil esa pregunta aunque allá esta toda mi familia y aquí tengo a mi Mama y mi otra familia los SJR y el ANUR, ellos son mis familias también, pero después de lo que y viví allá, no quiero regresar yo mire como mataban toda una familia hasta los niños, y no quiero regresar me quedo en Venezuela estoy mas tranquila y no me voy me quedo aquí”
Martha Amador, es miembro del Servicio Jesuita para refugiados “SJR”, dijo que los cursos que allí se dictan tienen el objetivo de crear en las mujeres la convicción de un oficio que aprendan algo para defenderse y sacar a su familia adelante, ya que la mayoría de los casos viven en situaciones difíciles en esta región del país.
Para Amador, la situación que estas personas están sufriendo desde que dejan su país, es que da fuerzas para que ellos se profesionalicen con un oficio y así puedan desarrollar su propia industria y su negocio, ellos en la comunidad cercana a Guasdualito han recibido cursos de carpintería, talla en madera, las mujeres pediquiur, repostería, peluquería, bordados entre otros.
De donde proviene el aval de los cursos y los recursos- “el aval de los curso que se realizan en la zona fronteriza del territorio Venezolano, proviene de la organización, SJR, y los recursos económicos provienen de donaciones y de recursos que se buscan por financiamiento de la organización en las organizaciones que aportan para estas campañas”.
Cual es el objetivo de la organización, que persiguen-“claro esta, la idea es darle herramientas a las personas que han dejado todo en su país de origen y que no tienen nada en Venezuela, y nosotros como organización le damos las herramientas para la integración comunitaria, y que necesitan suplir sus necesidades y que mejor que darle las herramientas para que ellos aprendan un oficio para defenderse por si mismos”.
La mayoría de personas que huyen hacia Venezuela y otros países fronterizos terminan siendo invisibles, temiendo ser reprimidos y siendo víctimas de empleadores que aprovechan de su condición de indocumentados. Aún así, las colas de colombianos en los organismos humanitarios siguen aumentando. Todos prefieren ser explotados a quedar atrapados en la guerra.
Esta realidad, se ve en la línea que divide a los dos países hermanos, las personas que pierden todo, llegan a este territorio desconocido, pero con ganas de salir adelante, con la ayudas de quien se pueda apiadar de ellos, es así que esta y miles de historias, suceden a diario en Apure, Táchira, Zulia y Amazonas estados fronterizos con Colombia, todos ellos, hablan un mismo idioma huir de la guerra que se vive en Colombia.